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El Amor romántico es uno de los estados más satisfactorios e intensos que podemos experimentar a lo largo de nuestra vida. Sin embargo, este sentimiento también es un estado en el que corremos el riesgo de desconectarnos de nuestras necesidades y de nuestro amor propio. Esta energía que puede comenzar y sustentar una relación, es la misma que puede destruirla. Cuando no comprendemos la naturaleza emocional que experimentamos y no lo manejamos desde la responsabilidad personal, pueden aparecen conflictos que se manifiestan en forma de dependencia, celos, posesividad, frustración, ansiedad, y miedo a que en algún momento pueda desvanecerse el amor.
¿Qué es realmente la pasión? ¿De dónde surge? ¿Qué podemos hacer para potenciarla sin perdernos en el camino?
Cuando hablamos de pasión romántica nos referimos a ese sentimiento universal que nos despierta emociones intensas y profundas hacia una persona. Del mismo modo que no decidimos qué emociones sentir ante lo que nos sucede, tampoco elegimos conscientemente de quien nos enamoramos. Sin embargo, como sucede con cualquier reacción emocional, sí podemos elegir qué hacer con lo que sentimos y cómo responder ante lo que nos ocurre.
Las emociones y los sentimientos que experimentamos reflejan una información inconsciente que busca ser trascendida. Según muchos autores, somos más propensos a enamorarnos cuando experimentamos un mayor estrés y una menor autoestima, ya que buscamos cubrir así las propias necesidades afectivas a través de la unión amorosa. Podríamos decir que la pasión descontrolada surge como mecanismo compensatorio de una carencia que trata de ser compensada. Por supuesto hablamos de esos casos donde la pasión acaba tomando tintes obsesivos en la vida de la persona que la experimenta, no de cualquier tipo de enamoramiento bien gestionado. Cuando este tipo de relación no transcurre según lo esperado, parece que el mundo se desmorona, nos genera un gran sufrimiento intentando mantener viva la llama, y nos aterra afrontar el vacío que nos dejaría su pérdida.
Lo primero que debemos de hacer en estos casos es dejar de justificarnos y entender que esto no es amor real, sino un estado de desequilibrio fruto y consecuencia de nuestras necesidades, nuestras creencias y actitudes ante la vida. Este tipo de amor surge de la búsqueda externa de lo que creemos que necesitamos, y que no somos capaces de desarrollar por nosotros mismos. El sentimiento de totalidad que experimentamos cuando estamos enamorados, nos puede hacer creer que solo tenemos la posibilidad de sentirnos así a través de esa persona. De este modo atribuimos la responsabilidad de nuestra felicidad o de nuestra desgracia a quien nos acompaña. Esta actitud nos puede llevar a manifestar conductas posesivas y dependientes, e incluso dejar abruptamente la relación cuando sentimos que se ha terminado la pasión; de esta forma, podemos transformar nuestra vida sentimental en una búsqueda compulsiva e ineficaz de la pasión, cambiando constantemente de pareja para tratar de recuperar algo que en realidad siempre pudimos desarrollar en nosotros mismos.
Para comenzar a cambiar nuestra manera de entender y vivir la pasión, podemos preguntarnos lo siguiente: ¿Qué nos hace sentir que necesitamos realmente a la otra persona? Esta pregunta nos permite entender qué vacío tratamos de llenar con la otra persona. Lo primero en lo que debemos fijarnos, es en qué necesidades no estaban satisfechas en el primer modelo de pareja que percibimos en nuestra vida, es decir la relación de nuestros padres. Todos tenemos una serie de creencias acerca del amor, de la pareja, de lo que debería de ser y de cómo deberíamos sentirnos, que fue configurada de forma inconsciente en nuestro sistema. No es que repitamos la misma relación que tuvieron nuestros padres, sino que de alguna forma estamos programados para prestar especial atención y darle más importancia a aquellas necesidades y sufrimientos que percibimos en casa, como mecanismo de protección. Por ejemplo, si nuestra madre vivió su relación con una carencia de atención quizás porque su pareja estaba ausente, tendremos la tendencia a vivir nuestras relaciones de forma similar, tengamos razones o no; para ello, a la más mínima excusa nos sentiremos desatendidos, y proyectaremos la culpa en nuestra pareja, y por mucho que se esfuerce en ser atento o atenta, nunca nos parecerá suficiente. También puede darse el caso de que lo que más nos atraiga de una persona sea precisamente un exceso de atención hacia nosotros, y aunque cubra esa necesidad momentáneamente, con el tiempo esa virtud acabe transformándose en una relación con una persona controladora y posesiva, de la que no podemos explicarnos cómo pudimos enamorarnos.
Lo interesante es darnos cuenta de que nuestra necesidad nunca fue genuina sino aprendida. Cuando tomamos conciencia de las necesidades que proyectamos en nuestra pareja, dejamos de culparla por nuestro malestar y podemos elegir cómo actuar a partir de ese momento. Un acompañamiento en Bioneuroemoción® nos ayuda a tomar conciencia de nuestras creencias, y a comprender que somos los únicos responsables de nuestros estados emocionales, para poder encontrar nuevas estrategias que nos brinden nuevas soluciones.
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