Hay en día la imagen de las Navidades es ciertamente alienada y distorsionada, caracterizada por el consumismo y las obligaciones sociales. Sin embargo, esas fiestas de fin de año tienen un significado muy distinto, representan el nacimiento del nuevo sol, con todo lo que ello implica: Fertilidad, calor, luz y abundancia. Esas fiestas son realmente la forma de agradecer a la madre naturaleza lo que ella nos ha dado durante todo el año y de pedirle, a la vez, que el año que viene sea igual o mejor.
Debemos tener claro que lo importante no son los actos conductuales, sino la conciencia con la que se realizan. El período de letargo previo al renacimiento del sol, de la abundancia y de la prosperidad es un momento de reflexión y de introspección. Por ello, simbólicamente cada fin de año hacemos recuento, echamos la vista atrás y vemos aquello que hicimos, lo que no hicimos y lo que nos gustaría haber hecho. Es momento de encontrarse con uno mismo, de ver lo que hemos vivido a lo largo del año y lo que podemos mejorar. Es el momento de tomar conciencia de lo que hemos recibido y dar las gracias. Es un círculo que se cierra y otro que se abre. Es momento de reconciliación y perdón.
Pero no solo miramos atrás. Otra tradición de estas fiestas es redactar nuestros propósitos de año nuevo, conectando con nuestras necesidades, sueños y anhelos. Con todo aquello que, por una razón u otra, encontramos razones para posponer y retrasar a lo largo de todo el año.
Esas fiestas de fin de año son una invitación a cambios importantes, tomando conciencia de que cada uno de nosotros somos responsables de nuestro bienestar, de cómo elegimos vivir cada situación. Tenemos la oportunidad de salir del victimismo, y desarrollar nuestra maestría.
Es un buen momento para empezar a mejorar nuestra forma de relacionarnos con nosotros mismos. Todo empieza por cuidarse, amarse y respetarse a uno mismo, para luego poder desarrollar relaciones interpersonales saludables y satisfactorias.
Aprovechemos estas fechas para recoger nuestras experiencias, pues todas ellas encierran un tesoro, un regalo que integrar en nuestras vidas. Ser capaces de reconocerlo será lo que nos preparará para dar nuevos frutos el próximo año.
Estamos a punto de finalizar otra vuelta más al sol, de cerrar otro ciclo, y con él otra oportunidad de mirar atrás y honrar a la vida entendiendo el “para qué” de nuestras experiencias y agradeciendo el aprendizaje, permitiéndonos construir el futuro que tanto anhelamos.
¡Feliz reflexión y feliz Navidad!
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